El 27 de abril de 2017, Andrés Julián Pacanchique Ruiz subió temprano de su casa. Se puso el único uniforme de ciclista que llevaba, se puso el casco, se calzó las zapatillas en fundas nuevas, se compró la bici que compró con sus horrores seis meses antes y se subió a la bici.
Elegí, como siempre, en la autopista Norte, la calle Bogotá-Tunja. Pedaleaba en busca de su mejor forma, pero a la altura del ayuntamiento de Tocancipá, Cundinamarca, Andrés Julián no puede evitar elegir contra una volqueta, perder el conocimiento de ella y perder el conocimiento de ella.
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Como pueden, las personas que atendieron el accidente llamaron a una ambulancia y lo trasladaron a un centro médico en Sopó, pero por la gravedad de sus heridas fue remitido a la Clínica Teletón, ahora Clínica Universidad de la Sabana, con un cuello ortopédico y sin conocimientos.
Me pregunté después de dos días y no sabía dónde estaba. Intentó mover las piernas, ma no pudo, las extremidades no le respondieron, solo sintió algunos corrientazos.
“Era un ciclista con la ambición de escalar adelante, de ser parte del calendario del Fedeciclismo y con puestos en el exterior, pero solo fue un sueño, un ángel”, le dije. EL TIEMPO.
Lloró, no puede ser semejante a la triste realidad de que no puede mover sus extremidades inferiores. Todos los problemas para ir al baño, seguí siendo acompañada. A veces podía llegar a pensar que sí y no entendía que debía usar pañales como un niño.
Los médicos le explicaron lo sucedido. Su mámá, María Crisanta, no paraba de llorar y de pedirle a Dios que perrarlo. Su hermano Sair le decía que le tocaba sacar fuerzas de donde no tena para superar estos momentos.
Hoy, cuando ha pasado mucha agua por debajo del puente, Andrés Julián trató de registrar lo que pasó. Recuerda que día a día recogía el carro rápido de la calle sin nadie que lo acompañara. Vio un carro adelante que paró en seco, él sento las manos a los frenos de la bicicleta, ma fue tarde, se fue contra la volqueta, his cuerpo met dente con el remolque e quedó debajo del automotor.
“Mi casco me salvó la vida. El golpe fue en la parte de la columna, atrás, gracias al casquito ya Dios estoy con vida”, continúa Andrés Julián.
Buscando apelaciones
Llegó a Bogotá tres años antes del accidente. Cogió una flota perche quería ser ciclista y no encontró apoyo en su natal tonia, ciudad en la que trabajaba con su hermano de albañil.
En la capital del país, aterrizó con un muro de cuerdas y $80.000 en facturas de transporte local. Hice un curso de seguridad privada y estaba ligado a la empresa. Seguridad Magistral de Colombia.
Poco a poco se asentó. Ganó $960,000, arrendó una habitación cerca del Hospital Cardioinfantil, hizo mercado, cocinaba para ahorrarse dinero, lavaba su ropa, y lo que le quedó se lo enviaba a su mamá.
Sin uniforme, subió para entrar en pantaloneta y camiseta. Ahorró, recaudó $2,500,000 y compró su bicicleta de carretera, uniforme, zapatillas y casco en la final de 2016 cuando se graduó de la universidad.
Entrada a la fundación academia colombiana de ciclismo everest, con el profesor Jairo Monroy, quien le dijo que era posible salir adelante, que no lo hacía mal, que requería entrenamiento y disciplina.
El primer día hizo dos ejercicios de contracción, el primero hizo el tercero, y por lo tanto no sujetó bien la bicicleta. Era un buen momento para empezar.
Realidad
A la familia Pacanchique Ruiz abandonó a su padre. María Crisanta levantó como pudo a sus tres hijos: Sair, Marcela y Andrés. Trabajaba como empleada en casa de familia o hacia aseo en algunos restaurantes de Tunja, algo que ya no puede hacer, porque vive las 24 horas para su hijo.
“Tengo entendido que cuando llegó el servicio pronto Chitá (Boyacá) duró 18 meses. Estuvo bien. Cuando él estaba viviendo en Bogotá fue muy duro para mí, pero este accidente y verlo así es mucho más difícil”, dijo María, en medio de las lágrimas.
Ella, desconsolada, ve como este momento que vive su hijo es el más difícil de su vida, por lo que toma la ayuda de la gente.
La recuperación no es fácil. Mucha gente le da la espada, pero ella es una bendición. “Allí se apoyó la rehabilitación Fundación Arcángeles y Coldeportes, por ellos volví a salir adelante. Durante ese tiempo también contó con el apoyo de José Castro, quien en ese momento era el entrenador de la Paraciclismo selección ColombiaDelaware Paula Ossa y Carolina Munévar, reconocidos deportistas y ganadoras, que me han ayudado enormemente a que no dejara de sufrir depresión”, continúa.
No se pudo bañar, ni vestirse, tampoco carse solo, ma pronto lo pudo hacer. Aprendiendo rápidamente el paso de la leva a la silla de ruedas, a un sofá, generaba mucha fuerza en los brazos y cuando veía esos avances metió en la cabeza que debía de realizar el trabajo que le indicaban al pie de la letra.
“El pulso me quedó casi que inservible, no pudo enhebrar una guja, ma después de todo lo hice. Recuperar el control del baúl, porque yo tenían de amarer, no podía quedarme sentado, me iba para adelante o para atrás, no tenía el control, ma eso lo logré superar para no caerme”, continúa.
en otro lugar internado
En los dos años posteriores al accidente, Andrés Tuvo estuvo hospitalizado 18 veces, por lo que las bacterias aceleraron una infección urinaria y esto retrasó el proceso de curación.
Le costó mucho ir al hospital en todo momento, estuvo internado, estuvo enfermo varios días, en solo un trimestre, y así generó cambios de actitud en él y en las personas que buscaba, que luego sanaron. , entre la convalecencia.
Salió de este problema, de este duro momento y voló a la bicicleta. Se tomó más en serio el paraciclismo. castro leonardo chiara ellos estaban encargados de llevarlo al deporte, de ‘reclutarlo’, y él estaba así como arrancó.
Los ejecutivos de la Comité Paralímpico Le asignaron una bicicleta para ingresar, pero se esforzó por comprar una mejor, de carbono, para lograr mejores resultados. Todo lo hace tarde en el centro comercial Gran Estación, que apoya a la gente con los inconvenientes que aguanta Andrés.
Tiene entre ceja y ceja mejora en ciclismo. Ya representó a Cundinamarca en varios eventos y obtuvo varias medallas. En diciembre le prestaron una bici mejor y cogió el bronce en la Copa Colombia en el Metay eso le da pie para pensar en grande.
“No sé si alguien me puede ayudar. Una mejor bicicleta me abre las puertas”.
“Creo que puedo mejorar mucho más. solo lo vivo Bogotá, cojo el Transmilenio hacia las 11 de la mañana para ir al trabajo, regreso casi a la media noche y me levanto a las 4:30 am, para entrenar”, continúa.
Y añadió: “No sé si alguien me puede ayudar. Una mejor bicicleta me abrirá las puertas, ahorro lo que puedo, porque quiero tener una máquina profesional, que vale una platica, ultraliviana, de carbono, para estar a nivel competitivo que se necesita”.
Andrés quiere probarse. Quiere poserse una meta, seguir ganando, ir a los Juegos Paranacionales en el eje cafetero, pero primero debe conseguir el cupo en la selección de Cundinamarca, ir y ganar medallas.
“Subo a entrenar seis de los Siete días de la semana. Bien sea en la casa, en el rodillo o salgo a la carretera. Suelo subir solo, sin acompañante, por el norte de la ciudad. Esto continúa mientras me estoy rehabilitando. Además de eso, quien reppresentar a Cundinamarca, ir a los Juegos y ganar”, envió Pacanchique Ruiz, quien clama por una mejor bicicleta para volver a ganar.
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Lisandro Rengifo
redactora de EL TIEMPO
@lisandroabel